Para la 00 Bienal de la Habana

(#00 Bienal de La Habana

Evento independiente a realizarse del 5 al 15 de mayo de 2018
Contactos:
facebook: https://www.facebook.com/00Bienal-de-La-Habana-902727963215414/)

El Colectivo 2.50 fue seleccionado para realizar el proyecto Pal Yacatl —que reflexionan sobre la idea de identidad, partiendo de historia personal como reflejo de la historia social y comunitaria— en un espacio público y con participación de la gente local en colaboración con 4 de sus integrantes.




DESCRIPCIÓN TÉCNICA

El proyecto consiste en trabajar con el elemento paliacate para contar un relato sobre
NOSOTRXS, respondiendo las siguientes preguntas: 

  • ¿Quién soy? 
  • ¿De dónde vengo? 
  • ¿Qué, y cómo soy? 
  • ¿Con quién vivo?


Con la finalidad de mostrar un diálogo visual entre diferentes maneras de reconocernos a nosotros mismos. Se planea de primer instancia que cada integrante del Colectivo 2.50 realice su propio relato proponiendo gráficos/estampas que ayuden a comunicar su relato sobre el paliacate.

En segunda instancia se invitará a la gente en Cuba a intervenir 20 paliacates que respondan las mismas preguntas para que realicen previamente un relato escrito y posteriormente escojan estampas textiles que ayuden a intervenir su paliacate y puedan comunicar su relato acerca de sí mismos.

Se busca que las intervenciones a los paliacates sean simbólicas y que representen la individualidad de cada uno de los participantes.



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PAL YACATL

FALTA  ALGO AQUÍ  
Y SOMOS NOSOTRXS


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…El paliacate, el paliacate
es el emblema de identidad,
y que ha luchado duro en combate
contra el gobierno de inequidad
El paliacate, el paliacate
Ese nunca vamos a dejar,

Es nuestra arma en el combate
Mi paliacate no lo he de olvidar…

 

Fragmento de canción del conflicto Chiapaneco
  


FALTA  ALGO AQUI  Y SOMOS NOSOTRXS
A LA MEMORIA SE REGRESA en crisis


Use o porte;  Al final un paliacate es una prenda de uso cotidiano, así debería ser la memoria y los recuerdos; Haga su libro de vida.

Más que un accesorio, una herramienta, un utensilio, un arma. Aunque el paliacate no es propio de México está sumamente arraigado en la tradición y es portado para una multiplicidad de usos. Nada mas TRANS... que un paliacate  y nada mas rebelde que este; La  subversión  en el relato   que   se hace de forma individual, aquí  lo político , para modificarnos  y decir lo que queremos recordar y contar. Un tejido de hebras entrelazadas, conexión, unidad, fuerza y totalidad. Simboliza nacimiento y crecimiento, porque se crea de la nada y va creciendo con el tiempo, paso a paso, hilo a hilo.

Pal Yacatl es una propuesta de creación viva en un libro, con el  paliacate como soporte que al estamparse  genera  un relato, una memoria física, un decir  de cada unx que como el sudor, se impregnará de fragmentos de nuestra propia historia a través de sellos. El paliacate como textil como recipiente y como protección,  algo al que le damos vida, idea, emoción y visión del mundo.

Práctica de re-existencia, orientada a crear, transformar y dignificar el pensar, el sentir, el hacer y el soñar de los sujetos en un nivel individual y, sobretodo de un colectivo.

ESTE PEQUEÑO TROZO DE TELA  QUE  SOY YO.
 esta  historia que YO soy,  sobre este mundo.





Relatos a través de nuestra historia
preguntas para desarrollar tu relato:

o   ¿Quien soy?
o   ¿De donde vengo?
o   ¿Qué, y como soy?
o   ¿Como y con quien vivo?





PALIACATES  COLECTIVO  2.50


ANA GÓMEZ

Las torrecillas era una ranchería a las afueras de Saltillo. Allí nacieron mi mamá y sus seis hermanos. Mi abuelo Raúl tenía vacas. Era hombre de campo. Hablaba poco y en voz baja, pero era muy cariñoso. Frente a la casa de mis abuelos estaba un nogal enorme. En verano nos gustaba pasar la tarde sentados a la sombra del nogal escuchando el sonido del campo. Cuando era tiempo de nueces, todos ayudábamos a recogerlas y guardarlas todas en un costal.  Luego nos sentábamos junto con mi abuelo a comer las nueces. Él nos enseñaba a quebrarlas una con otra. Mis manos pequeñas batallaban para conseguirlo, pero mi abuelo aguardaba pacientemente hasta que lo conseguía. "No, hazlo tú solita" me decía con una sonrisa dibujada en su boca, feliz de estar rodeado de sus nietos. Todos crecimos y la ciudad también. Las torrecillas pasó a formar parte de Saltillo con todo y el ojo de agua que regaba sus campos sembrados con trigo y alfalfa. Mi abuelo Raúl murió antes de que el agua se acabara en el rancho y de que el viejo nogal terminara por secarse. Guardo con cariño una foto con mi abuelo, ambos sentados a la sombra del nogal en algún verano de mi niñez.

Mi papá es urólogo. Tenía su consultorio en la calle de Victoria, a cuatro cuadras de la Plaza de armas y a cinco de la Alameda. Sus pacientes eran muy variados y algunos, sobre todo la gente de campo, le pagaban en especie. Era común que hubiera animales en casa, animales que adoptábamos como mascotas aún cuando su estado natural no era precisamente el de una casa en el centro de Saltillo con cuatro niños inquietos. Pollitos, conejos, gallinas y tortugas del desierto formaron parte de la familia extendida con la fugacidad de los juegos que inventábamos todas las tardes para entretener el tiempo después de hacer la tarea. Pero un día mi papá llegó con un cabrito jalándolo de una cuerda amarrada a su pescuezo, como si trajera a un perro malcriado y tozudo. El pobre nos miraba asustado con sus ojos negros, negros. "Ojos de capulín" decía mi papá. Esa tarde mis hermanos y yo jugamos con el cabrito. Tomamos turnos para correr con él jalándolo de la cuerda de un extremo al otro del patio, sus berridos quedos como un bebé llorando a la distancia. Una ida a la Alameda el domingo siguiente nos mantuvo alejados de nuestra mascota toda la mañana. Un olor fuerte y dulzón inundaba la casa a nuestro regreso. Mi hermano Quico fue quien notó la ausencia del cabrito en el patio justo cuando mi mamá nos llamaba a comer. La fritada humeante en el platón sobre la mesa del comedor no era un buen augurio. Por más que mi papá insistió, no quise probar ese platillo especial. Al menos no le habíamos puesto nombre al cabrito.

Angelita dio sus primeros pasos a los nueve meses. No quiso gatear. Se ponía de mal humor si la ponía boca abajo. "Ándale, tienes que hacer un esfuerzo" le decía al ponerla sobre la cuna en esa posición, pero sólo lloraba más fuerte. Se aventuró a caminar sola poco antes de cumplir el año. Movía sus piernitas rápidamente, tomada de mis manos, como si tuviera prisa por llegar a algún lado. En su segunda visita al mar la sensación de la arena de la playa le agradó. Salimos a caminar una mañana temprano. Me traía de un lado al otro en la playa, feliz de andar bichis en el calor del mayo tuxpeño. Intenté varias veces que metiera sus pies en el mar, pero prefería mantenerse en tierra firme. Nos sentamos a ver el mar después de la caminata, sintiendo el sol en la piel. Poco después nos alcanzaron mi suegra y mis dos cuñadas, las tres de camino al mar para darse un chapuzón matutino. Angelita me tomó de la mano cuando las vio alejarse y me jaló para alcanzarlas. Las cinco nos metimos al mar esa mañana, felices de sentir las olas a nuestros pies.

Duerme con los brazos alzados, como dormía su hermana mayor a su misma edad. Despierta y se queda calladita, simplemente observando todo con sus ojos grandes, grandes. Ivana comenzó a sonreír desde los dos meses. Al reconocer mi voz, al verme cuando recién despierta, al hacer contacto visual con su hermana, cuando su papá le habla. Es una niña muy paciente y bien portada. Sabe que Ángela, su hermana mayor, se está adaptando a su presencia y que tiene que darle su espacio. Claro que llora y exige su tiempo, pero sabe esperar. Le gusta estar con su hermana. La busca con la mirada cuando oye su voz. Si está comiendo, deja de hacerlo y arquea su cuerpo para que la levante. Lo primero que dijo Ángela cuando la conoció de tres días de nacida fue “un bebé, es mía”. Estoy segura que “Angie” o “hermana” serán de las primeras palabras de Ivana.




ESMERALDA PÉREZ

Mujer mestiza heredera de la tierra del maíz, de lengua materna otomí y lengua paterna náhuatl mezclada con árabe. La mayor de 4 hijos. Descendiente no solo de ancestros viajeros que migraron de algún lugar cerca de Temoaya a Huixquilucan Estado de México para asentarse permanentemente en esas tierras que colindan con la Ciudad de México de donde es su familia paterna. Arraigada y orgullosa de su tierra, costumbres, sabores y su gente. Soñadora de ideales y utopías que algún día serán realidad, enfrentando las adversidades de la vida. Recuerda siempre su origen prehispánico ancestral que lleva en el alma.






ARGELIA LEODEGARÍO

Mi madre tenía tiempo que se sentía mal mi hermano el mayor a los meses de nacido se encontraba enfermo, un embarazo anterior habían nacido unas trillizas las cuales dos de ellas habian nacido muertas y la otra todavía vivio unas horas. El médico les recomendó a mis padres que si querían más familia tendrían que buscar otro lugar donde el clima favoreciera a mi madre y a mi hermano, así es como mis padres decidieron viajar junto con mi hermana la mayor –la primera hija nacida-, mi hermano de meses de nacido del estado de Guerrero, tierra caliente a la Ciudad de México con la firme determinación de empezar una nueva vida. En este lugar nació mi otro hermano y yo.

Era un lugar verde donde crecí recuerdo un camino de árboles que caminábamos mi hermano y yo para ir al establo y comprar leche de vaca recién ordeñada, correr entre los surcos, jugar a las escondidillas entre la milpa pero eso duro poco, ese lugar se pobló y se llenó de casas, la naturaleza desapareció y solo quedo encerrada en las paredes del panteón del lugar. Una vez una amiga me fue a visitar y le propuse ir al panteón a caminar incrédula me miro y me dijo que si estaba escuchándome le parecía loco la propuesta cuando a mí se me hizo de lo más lógico caminar en un lugar donde todavía podías ver vestigios de la naturaleza que pobló todo ese lugar.

Desde tierras sur-orientales de CDMX




YUVIA PÉREZ

La mayoría de mis días no sé quíen soy, ni a dónde voy, ni si lo que hago esta bien o mal,
camino por el mundo presiguiendo ideas y sueños que no son míos porque lo mío no sé
cuándo y por qué lo perdí. Amo la vida y no quiero que se me acabe, pero no sé cómo vivir
y sentir que lo que hago es esencial y suficiente. Quisiera un día encontrar esa razón
primitiva espíritual que me de sentido.



ITANDEHUITL ORTA

Semilla cayó del cielo
En el piso 14 y al oriente de la ciudad creció
Nubes negras
Resolana
Año aciago
Dos veces marchitó:
en el primer invierno
antes en la primera calor
Se ha marchado
convertida en semilla de flor
avanza con el viento
buscando montaña
donde enraizar una canción




MARCO ANTONIO RODRÍGUEZ

Niño en familia nuclear heteropatriarcal normativa de 6 miembros (padre, madre y 4 hijos),
católica por herencia. Mezcla de purepechas, españoles, nahuatlacas, y descendencia afro, mi cabello chino lo recuerda a diario. Un niño pensando eternamente en la muerte, negándose a entenderse solo, y negándose a vivir como sus padres. Creyendo en que las cosas se pueden cambiar, se deben cambiar; La muerte como solución, la solución en la diferencia, la resistencia como opción de vida, la resistencia desde el SER_COMUN y comunidad. El afecto sin sexo y la identidad como resistencia, cuando lo último que queda como protesta es el cuerpo, los cuerpos en movimiento, el cuerpo negado y el control de los cuerpos otrxs. Quien busca, y eternamente tiene melancolía algo que nunca supo que fue. Que prefiere la noche, el frío, los días nublados, el estar solo, propenso a cualquier vicio..., esperando y mirando al campo, con los ojos llenos de smog sin saber como vivirlo.